MEDITACIÓN
Después de ver como Jesús había sido llevado al cielo, los apóstoles «se volvieron a Jerusalén desde el monte que llaman de los Olivos, que dista de Jerusalén lo que se permite caminar en sábado. Llegados a casa, subieron a la sala, donde se alojaban Pedro, Juan, Santiago, Andrés, Felipe, Tomás, Bartolomé, Mateo, Santiago el de Alfeo, Simón el Celotes y Judas el de Santiago. Todos ellos se dedicaban a la oración en común, junto con algunas mujeres, entre ellas María, la madre de Jesús, y con sus hermanos».
Mientras tanto, oran. Oran juntos, reafirman la comunión profunda entre ellos y Dios el Padre. Saben que el amor de Dios les ha llenado y les llenará aún más, y quieren vivirlo con toda la intensidad. Por eso oran: alaban a Dios, le dan gracias, le piden que los acompañe siempre; y recuerdan una y otra vez las palabras de Jesús, los hechos de Jesús, la vida entera de Jesús.
No podía faltar, allí, María. Cuando Jesús clavado en la cruz le decía al discípulo amado: «Aquí tienes a tu madre», hacía de ella un signo, un punto de referencia para los creyentes. María, unida con Jesús por los lazos de la sangre y de la fe, ahora quedaba unida con la fuerza de estos mismos lazos con todos aquellos que querrían vivir la Buena Noticia que él había inaugurado. María se convertía en un signo recio para toda la comunidad de los seguidores de Jesús. Un signo que quería decir que el seguimiento de Jesús no era sólo algo del cerebro o de la voluntad: no era sólo algo que pensamos con la cabeza o algo que nos proponemos hacer. Sino algo que llenaba toda la persona, que abarcaba el corazón y e! alma, el cuerpo y el espíritu, todo lo que somos. Seguir a Jesús quiere decir unirse tanto a él que podamos llegar a decir que María es también nuestra madre: en la sangre y en la fe.
ORACIÓN
Gracias, María, por habernos dado a conocer a toda la Iglesia,
el gran cántico de tu vida. Ruega por nosotros para que
alabemos el nombre de Dios en todas las cosas.
Santa María, haznos cantar con júbilo, el gozo de creer,
fomentando el bien, la justicia y la caridad.
Por Jesucristo Nuestro Señor.
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