domingo, 27 de mayo de 2012

Mes de mayo, mes de María: día 28



MEDITACIÓN
El Nuevo Testamento no nos dice nada de lo que hizo la Virgen después de Pentecostés. La hemos visto allí, en Jerusalén, con los discípulos, esperando la venida del Espíritu Santo. Después, ya nada más sabemos de ella.
Escuchar como el libro de los Hechos de los Apóstoles nos narra qué hacía y cómo vivía aquella primera comunidad, nos deja sorprendidos y nos hace pensar que nosotros estamos muy lejos de la fe y el empuje de aquellos primeros creyentes.
Dicen los Hechos de los Apóstoles: «Los hermanos eran constantes en escuchar la enseñanza de los apóstoles, en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones. Todo el mundo estaba impresionado por los muchos prodigios y signos que los apóstoles hacían. Los creyentes vivían unidos y lo tenían todo en común; vendían posesiones y bienes y lo repartían entre todos, según la necesidad de cada uno. A diario acudían al templo todos unidos, celebraban la fracción del pan en las casas y comían juntos alabando a Dios con alegría y de todo corazón; eran bien vistos de todo el pueblo y día tras día el Señor iba agregando al grupo los que se iban salvando».
Este es el ideal de vida que ponían en práctica aquellos primeros cristianos. ¿Y María? ¿Qué hacía María? Seguro que también estaba allí, participando de la vida de aquella primera comunidad. Ella, fiel discípula de Jesús, se reunía con los demás discípulos y con ellos vivía aquel ideal de vida nueva que entre todos se esforzaban por construir. Querían ser en medio del mundo un signo del Reino de Dios. Y querían serlo teniendo muy cercana la Palabra de Jesús y el Alimento de vida que él mismo les había dejado. Y así podían hacer realidad aquel espíritu de fraternidad que les unía y que hacía que incluso se sintieran llamados a poner las cosas en común. Y así todos los que querían notaban que valía la pena el camino del Evangelio.
María vivió y nos llama a vivir aquel camino que inauguró la primera comunidad
cristiana.

ORACIÓN
Gracias, María, por habernos dado a conocer a toda la Iglesia,
el gran cántico de tu vida. Ruega por nosotros para que 
alabemos el nombre de Dios en todas las cosas.
Santa María, haznos cantar con júbilo, el gozo de creer, 
fomentando el bien, la justicia y la caridad.
Por Jesucristo Nuestro Señor. 

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