MEDITACIÓN
Es bueno para nosotros no permanecer apegados a un solo lugar, sino estar dispuestos a recorrer el mundo si hiciera falta. La diligencia es la prueba de un verdadero amor a Dios. El entusiasmo es el signo de todo amor. Y el signo del entusiasmo es la capacidad de dar la propia vida por los demás. No podemos dejar de arder en amor por los demás.
Sabemos que cuando Jesús vino al mundo, María, su madre, le recibió para apresurarse a darlo a los demás. ¿Qué deseaba ella? Transmitir el gozo que experimentaba.
He aquí uno de los más hermosos momentos de la existencia de María: habiendo entrado Jesús en su vida, partió apresurada, diligentemente, hacia la región montañosa, hacia la ciudad de su prima Isabel. Quería dar a Jesús a Isabel y al niño que ésta estaba esperando. Leemos en el evangelio que el hijo de Isabel saltó de gozo en su seno, en ese primer encuentro con Cristo.
Hemos sido creados para llevar la alegría y la reconciliación en el mundo, para poder amar a los demás y amar a Dios.
Sea María la fuente de nuestro gozo. Que cada uno de nosotros sea Jesús para ella. Nadie aprendió mejor la humildad que María. Ella era la esclava. La alegría era la fuerza de la Virgen. Solamente la alegría, el gozo, podía darle fuerza suficiente para apresurarse a ir hacia las montañas de Judea para hacer allí un trabajo de criada. Ser esclava, estar al servicio de los otros, con alegría.
También nosotros hemos de apresuramos a superar las asperezas de las dificultades, para estar alegremente al servicio de los demás.
ORACIÓN
Gracias, María, por habernos dado a conocer a toda la Iglesia,
el gran cántico de tu vida. Ruega por nosotros para que
alabemos el nombre de Dios en todas las cosas.
Santa María, haznos cantar con júbilo, el gozo de creer,
fomentando el bien, la justicia y la caridad.
Por Jesucristo Nuestro Señor.
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