MEDITACIÓN
«Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a su madre: Mujer, ahí tienes a tu hijo. Luego, dijo al discípulo: Ahí tienes a tu madre. Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa».
Allí, muriendo en la cruz, mientras se desangra y se asfixia, hace una gran signo de todo lo que él quiere: el signo más lleno de ternura, el signo que toca más el corazón. El quiere que sus discípulos vivan lo que él ha vivido, sea lo que él ha sido. Y allí en la cruz, a aquel discípulo amado que los representa a todos, le dice, mirando a María: «Aquí tienes a tu madre».
Jesús no podía hacer un signo más claro que éste. Diciéndole al discípulo: «Aquí tienes a tu madre», le está diciendo: «Desde ahora tú eres yo y yo soy tú. No hay nada más humano, más decisivamente humano, que aquel momento en que un niño nace al mundo. Y es la madre la que lo hace posible, la que realiza este momento más decisivo de la vida humana. La que a mí me hizo hombre, yo te la doy. Porque ahora tú eres yo y yo soy tú».
María, madre de los discípulos, madre de los creyentes, es un gran signo. Mirándola a ella vemos, sentimos, vivimos, como continúa en nosotros la fuerza, la gracia, el amor, la vida, la salvación de Jesús. Y el amor que desde aquel momento trágico de la cruz se debía establecer entre el discípulo y María es nuestro mismo amor.
ORACIÓN
Gracias, María, por habernos dado a conocer a toda la Iglesia,
el gran cántico de tu vida. Ruega por nosotros para que
alabemos el nombre de Dios en todas las cosas.
Santa María, haznos cantar con júbilo, el gozo de creer,
fomentando el bien, la justicia y la caridad.
Por Jesucristo Nuestro Señor.
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