MEDITACIÓN
«Sucedió que por aquellos días salió un decreto del emperador Augusto, ordenando hacer un censo del mundo entero. Este fue el primer censo que se hizo siendo Cirino gobernador de Siria. Y todos iban a inscribirse, cada cual a su ciudad. También José, que era de la casa y familia de David, subió desde la ciudad de Nazaret, en Galilea, a la ciudad de David, que se llama Belén, en Judea, para inscribirse con María, su esposa, que estaba encinta».
Llega el momento decisivo.
José era «de la casa y familia de David», de la dinastía gloriosa del gran rey de Israel, y por eso habían tenido que ir a empadronarse a Belén, la ciudad de David. Pero poco había quedado de la antigua grandeza del rey. José era un carpintero de pueblo, que no es que fuera mal trabajo, pero sí desde luego poco adecuado para un descendiente real. Y ahora están allí, en el establo, cuidando tan bien como saben, los dos, a la criatura que acaba de nacer. Es cierto que en aquella época, en que no se conocían las clínicas maternales, nacer en aquellas condiciones no era ciertamente la tragedia que supondría ahora. ¡Pero no era tampoco ningún signo de buena posición social!
Y allí, en un establo, con todo el amor de María, con todo el amor de José, nace Jesús: ¡Dios se hace hombre!
Dios escoge, para nacer, dos cosas. Un lugar pobre, en condiciones precarias, sin ni siquiera la seguridad que proporciona la propia casa y el propio pueblo. Y mucho amor: el amor con que lo esperaba María, el amor con que lo cuidaba José, y el amor que María y José se tenían mutuamente y sin el cual aquella aventura habría sido imposible.
ORACIÓN
Gracias, María, por habernos dado a conocer a toda la Iglesia,
el gran cántico de tu vida. Ruega por nosotros para que
alabemos el nombre de Dios en todas las cosas.
Santa María, haznos cantar con júbilo, el gozo de creer,
fomentando el bien, la justicia y la caridad.
Por Jesucristo Nuestro Señor.
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