miércoles, 23 de mayo de 2012

Mes de mayo, mes de María: día 24



MEDITACIÓN
En el rostro de Jesús clavado en cruz se reflejan los rostros de todos los crucificados de la historia, de todos los que han sufrido por causa de! mal que llena nuestro mundo, por causa de la maldad que llena nuestro corazón humano. Desde el primero, Abel, muerto por la envidia irracional e inútil de su hermano Caín, hasta el último de todos, hasta el que hoy, en esta hora, muere o sufre en cualquier lugar del mundo por la dureza de corazón de cada uno de nosotros. El que muere o sufre por la envidia o el afán de poder de otro hombre, o el que muere o sufre por su fe o su lucha por la justicia, o el que muere o sufre porque la riqueza y las posibilidades de llevar una vida digna están inmensamente mal repartidas. Todos estos rostros doloridos se reflejan allí en el Calvario, en el rostro de Jesús, que agoniza en la cruz.
Y allí, al pie de la cruz, está María, su madre. María mira el rostro torturado, desfigurado, de su hijo, y recuerda. Recuerda como Jesús precisamente, había dedicado su vida entera a transmitir a los hombres que Dios quería un mundo en el que desapareciera por siempre la dureza de corazón.
María mira el rostro desfigurado de su hijo, y cree. Mira e! rostro desfigurado de su hijo, y recuerda el anuncio de aquel Reino que es vida para los pobres y los débiles y para todos aquellos que se saben necesitados de esperanzas, y cree. No, no sabe qué pasará, todo está demasiado oscuro, todo es demasiado doloroso, pero cree. Y ella, y su hermana, y María Magdalena, y la otra María, y el discípulo amado que también está allí al pie de la cruz comparten la llama de la fe y la esperanza. Sí, todo e! amor que Jesús ha derramado a lo largo de su vida, tiene que dar fruto. Su entrega hasta la muerte tiene que dar fruto.


ORACIÓN
Gracias, María, por habernos dado a conocer a toda la Iglesia,
el gran cántico de tu vida. Ruega por nosotros para que 
alabemos el nombre de Dios en todas las cosas.
Santa María, haznos cantar con júbilo, el gozo de creer, 
fomentando el bien, la justicia y la caridad.
Por Jesucristo Nuestro Señor. 

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