viernes, 30 de septiembre de 2011

30 de septiembre: San Jerónimo, Padre de la Iglesia

Imagen de San Jerónimo realizada por Salzillo y venerada en la Catedral de Murcia

Nació en Estridón (Dalmacia) hacia el año 340; estudió en Roma y allí fue bautizado. Abrazó la vida ascética, marchó al Oriente y fue ordenado presbítero. Volvió a Roma y fue secretario del papa español San Dámaso. Fue en esta época cuando empezó su traducción latina de la Biblia. También promovió la vida monástica. Más tarde, se estableció en Belén, donde trabajó mucho por el bien de la Iglesia. Escribió gran cantidad de obras, principalmente comentarios de la sagrada Escritura. Murió en Belén el año 420.


TEXTO DE SAN JERÓNIMO 
SOBRE NUESTRA SEÑORA

Aparición de Nuestra Señora a San Jerónimo

"Y en verdad que es llena de gracia, porque a los demás se distribuye con medida, pero en María se derramó al mismo tiempo toda la plenitud de la gracia. Verdaderamente es llena de gracia aquella por la cual toda criatura fue inundada con la lluvia abundante del Espíritu Santo. Ya estaba con la Virgen quien le enviaba su ángel y el Señor se anticipó a su enviado. No pudo ser contenido en un lugar, Aquel que está en todas partes; de donde sigue: El Señor es contigo".


Gruta donde vivió San Jerónimo en Belén

jueves, 29 de septiembre de 2011

Reunión parroquial

El próximo viernes 30 de septiembre, a las 21:00 h., nuestro Párroco ha convocado a todos los fieles comprometidos de la Parroquia para una reunión.

Puerta de San Nicolás en la Iglesia Parroquial de San Nicolás de Bari 
de Alhama de Almería

Aunque nuestra Hermana Mayor se encuentra de viaje, la Hermandad Sacramental de Nuestra Señora estará representada por las Hermanas Tesorera y Secretaria. 

Imagen de la Reina de la Paz, erigida por el Santo Padre Benedicto XV 
al finalizar la I Guerra Mundial en la 
Basílica Patriarcal de Santa María la Mayor de Roma

¡Reina de la Paz!
¡Ruega por nosotros!

Los Santos Arcángeles, súbditos de Nuestra Señora


Hoy celebramos la fiesta de los Santos Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael. Los seres angélicos adoran a la Santísima Trinidad y cuidan de todos nosotros. Ellos son los mensajeros divinos en los momentos cruciales de la Historia de la Salvación. Su Reina es Nuestra Señora, pues Ella fue coronada Señora de Cielo y Tierra.



Entonces se entabló una batalla en el cielo: Miguel y sus Angeles combatieron con el Dragón. También el Dragón y sus Angeles combatieron, pero no prevalecieron y no hubo ya en el cielo lugar para ellos.

Apocalipsis 12, 7-8



Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. Y entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.»

Lucas 1, 26-28


«Yo soy Rafael, uno de los siete ángeles que están siempre presentes y tienen entrada a la Gloria del Señor».

Tobías 12, 15


¡SANTOS ARCÁNGELES!
¡PROTEGED A NUESTRA PARROQUIA!


¡JEFES DE LAS MILICIAS CELESTIALES!
¡DESTROZAD EL PODER DE SATÁN 
EN NUESTRA IGLESIA!

domingo, 25 de septiembre de 2011

Concluye la visita de Benedicto XVI a su patria alemana


Una multitud recibe al Papa en Berlín, 
a pesar de la campaña anticatólica de escaso éxito

Nuestro Santo Padre el Papa Benedicto XVI finalizó el domingo su visita de cuatro días a Alemania, el país donde nació en 1926.  


En Friburgo el Santo Padre se reunió con los católicos más comprometidos de Alemania y les dijo: "La Iglesia en Alemania superará los grandes desafíos del presente y del  futuro y seguirá siendo un factor de cohesión en la sociedad si los sacerdotes,  las personas consagradas y los laicos creyentes en Cristo colaboran para la  unidad. La Iglesia será creíble si las parroquias,  las comunidades y los movimientos se respaldan y enriquecen mutuamente, si los  bautizados y los confirmados, junto a los obispos, mantienen en alto la llama  de una fe inalterada y dejan que ella ilumine los conocimientos y capacidades. Lo que cuenta no son  las palabras sino las acciones". 


El Sumo Pontífice ha recalcado la importancia de permanecer fiel al Espíritu del Evangelio y a la unidad de la Iglesia en torno a Pedro y sus Sucesores.


El Vicario de Cristo en la Tierra comenzó su visita por la capital de la nación, Berlín, donde fue recibido con grandes honores por el presidente de la República.


Benedicto XVI tuvo un encuentro ecuménico muy significativo con la Iglesia Luterana en el antiguo convento agustino de Erfurt, donde Martín Lutero vivió su vida religiosa antes de separarse de la fe católica.  


El periplo del Papa también lo condujo a los territorios de la antigua república comunista de Alemania Oriental, donde los católicos fueron perseguidos durante tantos años por los dirigentes comunistas.


En Friburgo, bastión del Catolicismo germano, el Papa animó a los católicos de su país a dar un testimonio valiente de Cristo. El Santo Padre también quiso consolar a varias víctimas de abusos sexuales por parte de clérigos.


¡Viva nuestro Santo Padre!



¡Viva Benedicto XVI!





sábado, 24 de septiembre de 2011

Domingo XXVI (A) del tiempo ordinario

                            

Texto del Evangelio (Mt 20,28-32): En aquel tiempo, Jesús dijo a los sumos sacerdotes: «¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Llegándose al primero, le dijo: ‘Hijo, vete hoy a trabajar en la viña’. Y él respondió: ‘No quiero’, pero después se arrepintió y fue. Llegándose al segundo, le dijo lo mismo. Y él respondió: ‘Voy, Señor’, y no fue.

»¿Cuál de los dos hizo la voluntad del padre?». «El primero», le dicen. Díceles Jesús: «En verdad os digo que los publicanos y las rameras llegan antes que vosotros al Reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros por camino de justicia, y no creísteis en Él, mientras que los publicanos y las rameras creyeron en Él. Y vosotros, ni viéndolo, os arrepentisteis después, para creer en Él».

                                  

                             REFLEXIÓN

oy, contemplamos al padre y dueño de la viña pidiendo a sus dos hijos: «Hijo, vete hoy a trabajar en la viña» (Mt 21,29). Uno dice “sí”, y no va. El otro dice “no”, y va. Ninguno de los dos mantiene la palabra dada.

Seguramente, el que dice “sí” y se queda en casa no pretende engañar a su padre. Será simplemente pereza, no sólo “pereza de hacer”, sino también de reflexionar. Su lema: “A mí, ¿qué me importa lo que dije ayer?”.

Al del “no”, sí que le importa lo que dijo ayer. Le remuerde aquel desaire con su padre. Del dolor arranca la valentía de rectificar. Corrige la palabra falsa con el hecho certero. “Errare, humanum est?”. Sí, pero más humano aún —y más concorde con la verdad interior grabada en nosotros— es rectificar. Aunque cuesta, porque significa humillarse, aplastar la soberbia y la vanidad. Alguna vez habremos vivido momentos así: corregir una decisión precipitada, un juicio temerario, una valoración injusta... Luego, un suspiro de alivio: —Gracias, Señor!

«En verdad os digo que los publicanos y las rameras llegan antes que vosotros al Reino de Dios» (Mt 21,31). San Juan Crisóstomo resalta la maestría psicológica del Señor ante esos “sumos sacerdotes”: «No les echa en cara directamente: ‘¿Por qué no habéis creído a Juan?’, sino que antes bien les confronta —lo que resulta mucho más punzante— con los publicanos y prostitutas. Así les reprocha con la fuerza patente de los hechos la malicia de un comportamiento marcado por respetos humanos y vanagloria».

Metidos ya en la escena, quizá echemos de menos la presencia de un tercer hijo, dado a las medias tintas, en cuyo talante nos sería más fácil reconocernos y pedir perdón, avergonzados. Nos lo inventamos —con permiso del Señor— y le oímos contestar al padre, con voz apagada: ‘Puede que sí, puede que no…’. Y hay quien dice haber oído el final: ‘Lo más probable es que a lo mejor quién sabe…’.

Nuestra Señora de las Mercedes

Imagen de Nuestra Señora de las Mercedes, 
Excelsa Patrona de la Ciudad Condal de Barcelona

ORACIÓN A NUESTRA SEÑORA DE LA MERCED

Recibe nuestras ofrendas, 
accede a nuestras súplicas, 
disculpa nuestras faltas, 
pues eres la única esperanza de los pecadores. 
Por tu intercesión ante tu Hijo 
esperamos el perdón de nuestros pecados 
y en ti, oh Madre celestial, 
tenemos toda nuestra esperanza. 
Virgen excelsa de la Merced; 
socorre a los desgraciados, 
fortalece a los débiles, 
consuela a los tristes, 
ruega por nuestra Patria, 
intercede por el Papa, 
por los Obispos, 
por los Sacerdotes, 
por los presos y sus familias; 
que experimenten tu protección maternal 
todos cuantos se acerquen a ti 
con devoción y confianza. 
Está siempre dispuesta a escuchar las oraciones 
de los que acuden a tus plantas, 
de manera que vean siempre cumplidos sus deseos. 
Ruega sin cesar por todo el pueblo cristiano tú, 
oh Virgen dichosa, que mereciste llevar 
en tus entrañas purísimas al Redentor del mundo, 
que vive y reina por los siglos de los siglos. 
Amén.

Salida procesional de Nuestra Señora de la Merced ante su Basílica en Barcelona


sábado, 17 de septiembre de 2011

Domingo XXV (A) del tiempo ordinario

                                      

Texto del Evangelio (Mt 20,1-16): En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: «El Reino de los Cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña. Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo, y les dijo: ‘Id también vosotros a mi viña, y os pagaré lo debido’. Ellos fueron.

»Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde, e hizo lo mismo. Salió al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo: ‘¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar?’. Le respondieron: ‘Nadie nos ha contratado’. Él les dijo: ‘Id también vosotros a mi viña’.

»Cuando oscureció, el dueño dijo al capataz: ‘Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros’. Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno. Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno. Entonces se pusieron a protestar contra el amo: ‘Estos últimos han trabajado sólo una hora y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno’. Él replicó a uno de ellos: ‘Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?’. Así, los últimos serán los primeros y los primeros los últimos».

                             
             
                    REFLEXIÓN

Hoy el evangelista continúa haciendo la descripción del Reino de Dios según la enseñanza de Jesús, tal como va siendo proclamado durante estos domingos de verano en nuestras asambleas eucarísticas.

En el fondo del relato de hoy, la viña, imagen profética del pueblo de Israel en el Primer Testamento, y ahora del nuevo pueblo de Dios que nace del costado abierto del Señor en la cruz. La cuestión: la pertenencia a este pueblo, que viene dada por una llamada personal hecha a cada uno: «No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros» (Jn 15,16), y por la voluntad del Padre del cielo, de hacer extensiva esta llamada a todos los hombres, movido por su voluntad generosa de salvación.

Resalta, en esta parábola, la protesta de los trabajadores de primera hora. Son la imagen paralela del hermano mayor de la parábola del hijo pródigo. Los que viven su trabajo por el Reino de Dios (el trabajo en la viña) como una carga pesada («hemos aguantado el peso del día y el bochorno»: Mt 20,12) y no como un privilegio que Dios les dispensa; no trabajan desde el gozo filial, sino con el malhumor de los siervos.

Para ellos la fe es algo que ata y esclaviza y, calladamente, tienen envidia de quienes “viven la vida”, ya que conciben la conciencia cristiana como un freno, y no como unas alas que dan vuelo divino a la vida humana. Piensan que es mejor permanecer desocupados espiritualmente, antes que vivir a la luz de la palabra de Dios. Sienten que la salvación les es debida y son celosos de ella. Contrasta notablemente su espíritu mezquino con la generosidad del Padre, que «quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad» (1Tim 2,4), y por eso llama a su viña, «Él que es bueno con todos, y ama con ternura todo lo que ha creado» (Sal 144,9).

jueves, 15 de septiembre de 2011

Mater Dolorosa! Ora pro nobis!


Imagen venerada en nuestra Parroquia
La Madre piadosa estaba
junto a la cruz y lloraba
mientras el Hijo pendía.
Cuya alma, triste y llorosa,
traspasada y dolorosa,
fiero cuchillo tenía.

¡Oh, cuán triste y cuán aflicta
se vio la Madre bendita,
de tantos tormentos llena!
Cuando triste contemplaba
y dolorosa miraba
del Hijo amado la pena.

Y ¿cuál hombre no llorara,
si a la Madre contemplara
de Cristo, en tanto dolor?
Y ¿quién no se entristeciera,
Madre piadosa, si os viera
sujeta a tanto rigor?
Por los pecados del mundo,
vio a Jesús en tan profundo
tormento la dulce Madre.
Vio morir al Hijo amado,
que rindió desamparado
el espíritu a su Padre.

¡Oh dulce fuente de amor!,
hazme sentir tu dolor
para que llore contigo.
Y que, por mi Cristo amado,
mi corazón abrasado
más viva en él que conmigo.

Y, porque a amarle me anime,
en mi corazón imprime
las llagas que tuvo en sí.
Y de tu Hijo, Señora,
divide conmigo ahora
las que padeció por mí.

Hazme contigo llorar
y de veras lastimar
de sus penas mientras vivo.
Porque acompañar deseo
en la cruz, donde le veo,
tu corazón compasivo.

¡Virgen de vírgenes santas!,
llore ya con ansias tantas,
que el llanto dulce me sea.
Porque su pasión y muerte
tenga en mi alma, de suerte
que siempre sus penas vea.

Haz que su cruz me enamore
y que en ella viva y more
de mi fe y amor indicio.
Porque me inflame y encienda,
y contigo me defienda
en el día del juicio.

Haz que me ampare la muerte
de Cristo, cuando en tan fuerte
trance vida y alma estén.
Porque, cuando quede en calma
el cuerpo, vaya mi alma
a su eterna gloria. 
Amén.

lunes, 12 de septiembre de 2011

¡Dulce nombre de María; a Vos acude el alma mía!

Veneración del Dulce nombre de María, Óleo de Villalpando

¡Con qué reverente brevedad escribe San Lucas, en el capítulo primero de su Evangelio, la frase que sirve de pórtico al divino cuadro de la Encarnación!: "¡Y el nombre de la Virgen era María!". "Nombre cargado de divinas dulzuras", como asegura San Alfonso María de Ligorio; nombre que sabe a mieles y deja el alma y los labios rezumando castidad, alegría y fervor: ¡María! Por medio de la que así es llamada, nos han venido todos los bienes y la pobre humanidad puede levantar la humillada cabeza y presentir de nuevo la cercanía de inacabables bienaventuranzas: O clemens, o pia, o dulcis Virgo María!

 Anagrama del Dulce Nombre de María en piedra

España, siempre dispuesta a romper lanzas por la gloria de María, fue la primera en solicitar y obtener de la Santa Sede autorización para celebrar la fiesta del Dulce Nombre. Y esto acaeció el año 1513. Pero fue el papa Inocencio XI quien decretó, el 25 de noviembre del año 1683, que toda la Iglesia celebrara solemnemente la fiesta de este nombre excelso, pues invocándolo se había alcanzado la completa victoria sobre los turcos en Viena.

Estampa popular con el anagrama del Dulce Nombre de María

San Antonio de Padua hablaba así del Dulce Nombre de María: "Así como antiguamente, según cuenta el Libro de los Números, señaló Dios tres ciudades de refugio, a las cuales pudiera acogerse todo aquél que cometiese un homicidio involuntario, así ahora la misericordia divina provee de un refugio seguro, incluso para los homicidas voluntarios: el Nombre de María. Torre fortísima es el Nombre de Nuestra Señora. El pecador se refugiará en ella y se salvará. Es Nombre dulce, Nombre que conforta, Nombre de consoladora esperanza, Nombre tesoro del alma. Nombre amable a los ángeles, terrible a los demonios, saludable a los pecadores y suave a los justos."

domingo, 11 de septiembre de 2011

Bendición del Mosaico de la Parroquia de San José

           10 S

En la tarde del sábado 10 de septiembre de 2011 el prelado de la diócesis, monseñor Adolfo González Montes, presidió la eucaristía en la Parroquia de San José de la capital almeriense. La ceremonia comenzó a las 20 h y estuvo concelebrada por el párroco, D. Juan José Martín Campos, D. Eduardo Muñoz, D. Francisco Salazar y D. Antonio Manzano.

El motivo no era otro que la bendición de un magnífico retablo cerámico que se ha incorporado en la fachada de la iglesia. Dicha obra cuenta con una dimensión de casi cinco metros de alto y tres de ancho; la obra, de una estética bellísima, ha sido realizada por los talleres Larios de la localidad de Lorca. 

Al término de la celebración,  el párroco dirigió unas palabras a los asistentes donde explicaba cómo había sido el proceso de realización, y cual era su principal objetivo, que no es otro que el de ser una llamada a la oración y a la alabanza de Dios, siendo por tanto un símbolo muy necesario en nuestro tiempo. A continuación los presentes se dirigieron hacia el retablo donde se produjo la bendición, la cual estuvo caracterizada por un clima de gran alegría.

Domingo XXIV (A) del tiempo ordinario

                                           
                                                      
Texto del Evangelio (Mt 18,21-35): En aquel tiempo, Pedro preguntó a Jesús: «Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano? ¿Hasta siete veces?». Dícele Jesús: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. Por eso el Reino de los Cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus siervos. Al empezar a ajustarlas, le fue presentado uno que le debía 10.000 talentos. Como no tenía con qué pagar, ordenó el señor que fuese vendido él, su mujer y sus hijos y todo cuanto tenía, y que se le pagase. Entonces el siervo se echó a sus pies, y postrado le decía: ‘Ten paciencia conmigo, que todo te lo pagaré’. Movido a compasión el señor de aquel siervo, le dejó en libertad y le perdonó la deuda.

»Al salir de allí aquel siervo se encontró con uno de sus compañeros, que le debía cien denarios; le agarró y, ahogándole, le decía: ‘Paga lo que debes’. Su compañero, cayendo a sus pies, le suplicaba: ‘Ten paciencia conmigo, que ya te pagaré’. Pero él no quiso, sino que fue y le echó en la cárcel, hasta que pagase lo que debía.

»Al ver sus compañeros lo ocurrido, se entristecieron mucho, y fueron a contar a su señor todo lo sucedido. Su señor entonces le mandó llamar y le dijo: ‘Siervo malvado, yo te perdoné a ti toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también compadecerte de tu compañero, del mismo modo que yo me compadecí de ti?’. Y encolerizado su señor, le entregó a los verdugos hasta que pagase todo lo que le debía. Esto mismo hará con vosotros mi Padre celestial, si no perdonáis de corazón cada uno a vuestro hermano».

                           
                                       REFLEXIÓN
 
Hoy, en el Evangelio, Pedro consulta a Jesús sobre un tema muy concreto que sigue albergado en el corazón de muchas personas: pregunta por el límite del perdón. La respuesta es que no existe dicho límite: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete» (Mt 18,22). Para explicar esta realidad, Jesús emplea una parábola. La pregunta del rey centra el tema de la parábola: «¿No debías tú también compadecerte de tu compañero, del mismo modo que yo me compadecí de ti?» (Mt 18,33).

El perdón es un don, una gracia que procede del amor y la misericordia de Dios. Para Jesús, el perdón no tiene límites, siempre y cuando el arrepentimiento sea sincero y veraz. Pero exige abrir el corazón a la conversión, es decir, obrar con los demás según los criterios de Dios.

El pecado grave nos aparta de Dios (cf. Catecismo de la Iglesia Católica n. 1470). El vehículo ordinario para recibir el perdón de ese pecado grave por parte de Dios es el sacramento de la Penitencia, y el acto del penitente que la corona es la satisfacción. Las obras propias que manifiestan la satisfacción son el signo del compromiso personal —que el cristiano ha asumido ante Dios— de comenzar una existencia nueva, reparando en lo posible los daños causados al prójimo.

No puede haber perdón del pecado sin algún genero de satisfacción, cuyo fin es: 1. Evitar deslizarse a otros pecados mas graves; 2. Rechazar el pecado (pues las penas satisfactorias son como un freno y hacen al penitente mas cauto y vigilante); 3. Quitar con los actos virtuosos los malos hábitos contraídos con el mal vivir; 4. Asemejarnos a Cristo.

Como explicó santo Tomás de Aquino, el hombre es deudor con Dios por los beneficios recibidos, y por sus pecados cometidos. Por los primeros debe tributarle adoración y acción de gracias; y, por los segundos, satisfacción. El hombre de la parábola no estuvo dispuesto a realizar lo segundo, por lo tanto se hizo incapaz de recibir el perdón.