jueves, 16 de agosto de 2012

Santa Beatriz de Silva y Meneses, estrella de la Inmaculada

 
Beatriz nació en Ceuta, de padres portugueses, de nobleza real, y pasó a Castilla como dama de la corte de la reina Isabel, esposa de Juan II, padres de Isabel la Católica.
Su belleza extraordinaria pronto deslumbró a todos, siendo causa de celos y envidias entre los cortesanos. Tanto fue así que la misma reina quiso quitársela de en medio como peligrosa rival, sirviéndose de un gran baúl donde moriría asfixiada... y fue allí donde Beatriz, al borde de la muerte, se confió a la Virgen Inmaculada, a quien había aprendido a amar desde niña bajo la educación de frailes franciscanos. Cuenta la tradición que allí mismo recibió la visita de la Virgen, vestida de blanco y azul, con el encargo de que fundara una Orden religiosa que honrase su Inmaculada Concepción.
 
 
Salió de la corte y se refugió en Toledo, en las Dominicas, donde permaneció, sin profesar, durante 30 años. Allí esperó el momento destinado por Dios para dar comienzo a la nueva familia religiosa.
 
 
Ayudada de la entonces reina de España, Isabel la Católica, comenzaron las diligencias sobre el asunto. Isabel pidió al Papa Inocencio VIII la Bula de aprobación y también donó los palacios de Galiana en Toledo, para primer monasterio de la Orden.
 
 
Ella fue la receptora e inspiradora del carisma, pero enseguida hubo de abandonar su proyecto en manos del Señor. Profesó esta vida y murió.
 
 
¿Cuál fue la obra y misión de esta gran mujer? Sin duda alguna, su Orden. «Santa Beatriz de Silva fundó la Orden de la Inmaculada Concepción, para el servicio, la contemplación y la celebración del misterio de la Inmaculada Concepción. Las concepcionistas se obligan a vivir las actitudes de María en el seguimiento de Cristo» (Constituciones, nº 9).
 
 
Cuatro siglos antes de ser declarado «dogma» el misterio de la Inmaculada Concepción, Dios inspira a una mujer ir preparando el camino en la vida y el corazón de las concepcionistas.
 
 
¿Donde está, pues, Beatriz? Beatriz está en el cielo y también en su obra: la Orden de la Inmaculada Concepción que ella fundó. Y hoy también sigue siendo válida para los hombres la vida contemplativa de las seguidoras de santa Beatriz que, desde el silencio y soledad de sus monasterios, proclaman la soberanía de Dios y su amor gratuito a los hombres y mujeres de todos los tiempos, amor que hacen presente a través de su oración.


De santa Beatriz de Silva bien se podría decir que fue la «precursora de la Inmaculada». Dios la eligió para que, a través de la vida de sus hijas, se fuese preparando el camino y haciendo «luz» al dogma de la Inmaculada Concepción. Cuatro siglos antes de que la misma Virgen revelara en Lourdes: «Yo soy la Inmaculada Concepción», santa Beatriz lo vivió y lo dejó como carisma en las monjas Concepcionistas Franciscanas, quienes reciben también de la espiritualidad de san Francisco de Asís, y viven la vida fraterna en un estilo humilde, sencillo y universal.


No hay comentarios:

Publicar un comentario