Beatriz
nació en Ceuta, de padres portugueses, de nobleza real, y pasó a Castilla como
dama de la corte de la reina Isabel, esposa de Juan II, padres de Isabel la
Católica.
Su
belleza extraordinaria pronto deslumbró a todos, siendo causa de celos y
envidias entre los cortesanos. Tanto fue así que la misma reina quiso quitársela
de en medio como peligrosa rival, sirviéndose de un gran baúl donde moriría
asfixiada... y fue allí donde Beatriz, al borde de la muerte, se confió a la
Virgen Inmaculada, a quien había aprendido a amar desde niña bajo la educación
de frailes franciscanos. Cuenta la tradición que allí mismo recibió la visita de
la Virgen, vestida de blanco y azul, con el encargo de que fundara una Orden
religiosa que honrase su Inmaculada Concepción.
Salió
de la corte y se refugió en Toledo, en las Dominicas, donde permaneció, sin
profesar, durante 30 años. Allí esperó el momento destinado por Dios para dar
comienzo a la nueva familia religiosa.
Ayudada
de la entonces reina de España, Isabel la Católica, comenzaron las diligencias
sobre el asunto. Isabel pidió al Papa Inocencio VIII la Bula de aprobación y
también donó los palacios de Galiana en Toledo, para primer monasterio de la
Orden.
Ella
fue la receptora e inspiradora del carisma, pero enseguida hubo de abandonar su
proyecto en manos del Señor. Profesó esta vida y murió.
¿Cuál
fue la obra y misión de esta gran mujer? Sin duda alguna, su Orden. «Santa Beatriz de Silva fundó la Orden de la Inmaculada
Concepción, para el servicio, la contemplación y la celebración del misterio de
la Inmaculada Concepción. Las concepcionistas se obligan a vivir las actitudes
de María en el seguimiento de Cristo» (Constituciones, nº 9).
Cuatro
siglos antes de ser declarado «dogma» el misterio de
la Inmaculada Concepción, Dios inspira a una mujer ir preparando el camino en la
vida y el corazón de las concepcionistas.
¿Donde
está, pues, Beatriz? Beatriz está en el cielo y también en su obra: la Orden de
la Inmaculada Concepción que ella fundó. Y hoy también sigue siendo válida para
los hombres la vida contemplativa de las seguidoras de santa Beatriz que, desde
el silencio y soledad de sus monasterios, proclaman la soberanía de Dios y su
amor gratuito a los hombres y mujeres de todos los tiempos, amor que hacen
presente a través de su oración.
De
santa Beatriz de Silva bien se podría decir que fue la «precursora de la Inmaculada». Dios la eligió para que, a
través de la vida de sus hijas, se fuese preparando el camino y haciendo «luz» al dogma de la Inmaculada Concepción. Cuatro siglos
antes de que la misma Virgen revelara en Lourdes: «Yo
soy la Inmaculada Concepción», santa Beatriz lo vivió y lo dejó como carisma en
las monjas Concepcionistas Franciscanas, quienes reciben también de la
espiritualidad de san Francisco de Asís, y viven la vida fraterna en un estilo
humilde, sencillo y universal.
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