Queridos
diocesanos:
La fe
que tenemos en Cristo nos congrega un año más en esta procesión de alabanza a
Santa María, llevando a hombros la imagen sagrada de la santísima Virgen del
Mar, nuestra Patrona, para que cuantos llenan las calles se sientan atraídos a
su paso por la poderosa luz de esta Estrella de los Mares que nos guía hacia
Cristo, verdadero puerto de salvación.
Durante
siglos la Santísima Virgen ha acompañado nuestra vida y a ella hemos acudido
para pedir de la misericordia de Dios la ayuda que necesitamos por medio de su
divino Hijo. En la situación de crisis económica y social que vivimos, la ayuda
de la Madre del Señor nos llega con una invitación a seguir la palabra de
Cristo, a dar cabida en nuestra vida a los mandamientos de Dios que Jesús
resumió en el amor a Dios y al prójimo. No podemos vivir como si Dios no
existiera, no podemos comportarnos como si no hubiéramos escuchado jamás el
Evangelio de Jesús y su palabra de vida eterna. En el evangelio de este domingo
Jesús nos dice: “El
espíritu es el que da vida; la carne no sirve para nada. Las
palabras que os he dicho son espíritu y son vida. Pero hay entre vosotros
algunos que no creen” (Jn
6,63s).
¿Dejaremos
de escuchar estas palabras de Jesús? María nos dice una y otra vez como en la
boda de Caná: “Haced
lo que él os diga” (2,5).
Acojamos, queridos diocesanos, estas palabras de la Virgen María y acudamos a
Jesús, único maestro de los hombres que tiene palabras de vida eterna. Él es la
Palabra de Dios hecha carne, el pan de vida partido y entregado para la vida
del mundo.
Sólo
mediante una profunda renovación espiritual podremos afrontar los sacrificios
que requiere nuestra sociedad. Son los criterios morales los que podrán
sacarnos de una crisis, cuyas raíces se hunden en al inmoralidad del despilfarro,
la riqueza fácil y sin esfuerzo, el bienestar sin sacrificio y solidaridad con
los más necesitados y empobrecidos.
Acudimos
a la Virgen del Mar para pedirle esa renovación espiritual que nos ahrá mejores
y nos permitirá afrontar un futuro más esperanzador, porque ha de ser un futuro
construido sobre la justicia y la libertad verdaderas, que dan como resultado
la paz social, donde la caridad da calor espiritual y alienta la equidad y la
solidaridad.
Con mis
hermanos los obispos, hago un llamamiento a trabajar unidos por lograr metas de
empleo y paz social que necesitamos, porque “es imprescindible un profundo
sentimiento de solidaridad con los que sufren (…) La pobreza y el desempleo
degradan la dignidad del ser humano. Por ello es necesario impulsar un nuevo
dinamismo laboral que nos comprometa a todos a favor de un trabajo decente que
—en palabras del Papa Benedicto XVI— permita satisfacer las necesidades
familiares (…), un trabajo que deje espacio para rencontrarse adecuadamente con
las propias raíces en el ámbito personal, familiar y espiritual” XCL Asamblea plenaria de la CEE,Declaración
ante la crisis moral y económica, nn.4
y 5).
Pidamos
a la Virgen María nos cobije bajo su manto para que crezcan en nosotros
aquellos sentimientos que nos ayuden a superar todas las dificultades que el
egoísmo y el afán de poder generan; para que orientados todos hacia metas
comunes de fraternidad y progreso logremos con al ayuda de Dios misericordioso
un bienestar acorde con la dignidad humana, fundamento de la verdadera paz
social.
Virgen
del Mar,
Patrona
de nuestra Ciudad,
Amparo
de cuantos te invocan
Madre
de Cristo y nuestra:
Escucha
las plegarias
de tus
hijos necesitados
y
líbranos de todo peligro,
oh
siempre Virgen, gloriosa y bendita.
Amén.
Plaza
Circular frente al Mar
26 de
agosto de 2012
+
Adolfo González Montes
Obispo
de Almería
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