El corazón de la Virgen María ha sido
“tierra buena” que ha acogido con plena disponibilidad la Palabra de Dios, de
manera que toda su existencia, transformada según la imagen del Hijo, ha sido
introducida en la eternidad, alma y cuerpo, anticipando la vocación eterna de
todo ser humano. Ahora, en la oración, hagamos nuestra su respuesta al Ángel:
“Hágase en mí según tu palabra” (Lc 1,38), para que, siguiendo a Cristo sobre
el camino de la cruz, podamos llegar también nosotros a la gloria de la
resurrección.
(Benedicto XVI, 15 de noviembre de 2009)
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