Consagración pronunciada por S. M. el Rey don Alfonso XIII
en el Cerro de los Ángeles el 30 de mayo de 1919
"Corazón de Jesús
Sacramentado, Corazón del Dios Hombre, Redentor del Mundo, Rey de Reyes y Señor
de los que dominan: España, pueblo de tu herencia y de tus predilecciones, se
postra hoy reverente ante este trono de tus bondades que para Tí se alza en el
centro de la península. Todas las razas que la habitan, todas las regiones que
la integran, han constituido en la sucesión de los siglos y a través de comunes
azares y mutuas lealtades esta gran patria española, fuerte y constante en el
amor a la Religión y en su adhesión a la Monarquía.
Sintiendo la tradición católica de la realeza
española y continuando gozosos la historia de su fe y de su devoción a Vuestra
Divina Persona, confesamos que Vos vinisteis a la tierra a establecer el reino
de Dios en la paz de las almas, redimidas por Vuestra Sangre y en la dicha de
los pueblos que se rijan por vuestra santa Ley; reconocemos que tenéis por
blasón de Vuestra Divinidad conceder participación de Vuestro Poder a los
Príncipes de la tierra y que de Vos reciben eficacia y sanción todas las leyes
justas, en cuyo cumplimiento estriba el imperio del orden y de la paz.
Vos sois el camino seguro que conduce a la posesión
de la vida eterna: luz inextinguible que alumbra los entendimientos para que
conozcan la verdad y principio propulsor de toda vida y de todo legítimo
progreso social, afianzándose en Vos y en el poderío y suavidad de vuestra
gracia, todas las virtudes y heroísmos que elevan y hermosean el alma.
Venga, pues, a nosotros tu Santísimo Reino, que es
Reino de justicia y de amor. Reinad en los corazones de los hombres, en el seno
de los hogares, en la inteligencia de los sabios, en las aulas de la Ciencia y
de las Letras, y en nuestras leyes e instituciones patrias.
Gracias, Señor, por habernos librado misericordiosamente
de la común desgracia de la guerra, que tantos pueblos ha desangrado; continuad
con nosotros la obra de vuestra amorosa providencia.
Desde estas alturas que para Vos hemos escogido,
como símbolo del deseo que nos anima de que presidáis todas nuestras empresas,
bendecid a los pobres, a los obreros, a los proletarios todos para que en la
pacifica armonía de todas las clases sociales, encuentren justicia y caridad
que haga más suave su vida, mas llevadero su trabajo.
Bendecid al Ejército y a la Marina, brazos armados
de la Patria, para que en la lealtad de su disciplina y en el valor de sus
armas sean siempre salvaguardia de la Nación y defensa del Derecho. Bendecidnos
a todos los que aquí reunidos en la cordialidad de unos mismos santos amores de
la Religión y de la Patria, queremos consagraros nuestra vida, pidiéndoos como
premio de ella el morir en la seguridad de Vuestro Amor y en el regalado seno
de Vuestro Corazón Adorable. Así sea."
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