Logotipo del efeméride de la Persecución Religiosa
El 21 de julio de 1936, hace ya setenta y cinco años, comenzaba en nuestra Diócesis de Almería la Persecución Religiosa. Aquella tarde ardieron las iglesias, muy pronto corrió la sangre de los mártires. El mismo Obispo, Beato Diego Ventaja Milán, sufrió el martirio en aquellos días de odio a la Iglesia. Un buen número de sacerdotes, religiosos, padres y madres de familia, jóvenes, incluso una pobre gitana embarazada… Todos fueron asesinados por su condición de católicos.
Beato Diego Ventaja Milán, Obispo mártir de Almería (Ohanes, 1880 - Barranco de el Chisme, 1936)
Toda España se vio sumida en esta horrible Persecución. El Arzobispo Montero ]identificó a un total de 6.832 víctimas religiosas asesinadas en el territorio republicano, de las cuales 13 eran obispos, 4.184 sacerdotes, 2.365 religiosos y 283 religiosas. Aquellos mártires escribieron y rubricaron con su sangre una de las páginas más impresionantes de la fe cristiana y de la Iglesia católica en España. Fueron y constituyen hoy un signo del arraigo y de la vitalidad de la fe, y ofrecen una señal de futuro y esperanza para el tiempo presente, que no se alcanza cuando se vive y camina en el mundo "sin Dios" (Cf. Ef 2,12). Ellos llegaron a conocer a Dios, al Dios verdadero, vivieron de Él y murieron ante Él y por Él, y así recibieron y nos dan la gran esperanza, aquella que entraña que somos definitivamente amados, suceda lo que suceda, por Dios, que es Amor, y que este gran Amor nos espera (Cf. Benedicto XVI, Spe Salvi, 3). Los mártires regaron con su sangre nuestro suelo diocesano, que aprendamos de ellos que nos enseñan, junto al verdadero amor a Jesucristo y a María Santísima, el valor de la entrega en fidelidad.
Milicianos fusilando a la imagen del Sagrado Corazón de Jesús del Cerro de los Ángeles, lugar donde Alfonso XIII había consagrado España al Divino Corazón
Nuestra Parroquia también sufrió la Persecución. Milicianos de nuestro pueblo, junto con otros llegados de otras partes, profanaron nuestra Iglesia Parroquial de San Nicolás de Bari. En pocas horas, en medio de gritos sacrílegos, destrozaron todo el patrimonio acumulado durante siglos. Las imágenes sagradas fueron víctimas del fuego en la actual Plaza de los Decididos. En la Placeta de los Cantones ardieron los ornamentos de la sacristía. Las ermitas de San Antonio, San Diego, las Cruces, la Virgen del Río, las Ánimas y San Marcos fueron también profanadas. En la Ermita de San Marcos, la más joven y pequeña de todas, fue llenada de pólvora y la hicieron saltar en pedazos. Afortunadamente, la imagencita del Santo se salvó. Fue la única que sobrevivió a la Persecución. Políticos de izquierdas lograron salvar el Archivo. Con energía los alhameños se opusieron al asesinato de don Sebastián, alhameño y por aquellos días Cura encargado de Alhama. Sin embargo, Alhama fue escenario del martirio de varios sacerdotes.
Siervo de Dios don Luis Eduardo López Gascón (Granada, 1855 – Tabernas, 1936)
El 17 de agosto, tres milicianos y una miliciana de Alhama viajaron hasta Almería para detener al Siervo de Dios don Luis Eduardo López Gascón, antiguo párroco de nuestro pueblo. Se había refugiado en casa de un conocido tras escapar precipitadamente de su actual Parroquia en Adra. Todo el camino hacia Alhama fue obligado a cargar con una imagen del Sagrado Corazón, que rompieron ante él al apearse en la Plaza de los Decididos. Encarcelado y torturado en nuestro pueblo, finalmente lo trasladaron a Almería. El 13 de septiembre lo llevaron brutalmente al Pozo de Cantavieja, en Tabernas. Lo obligaron a tragarse unas medallitas que siempre llevaba consigo, recuerdo de su madre, y lo martirizaron. Tenía 81 años, el mártir más anciano de todos los mártires almerienses. Al exhumar su cadáver se encontraron las medallitas, hoy guardadas como reliquias en la sacristía de Adra. Está sepultado en Almería.
Siervo de Dios don Luis Almécija Lázaro (Íllar, 1883 – Rágol, 1936)
El 19 de agosto de 1936 milicianos alhameños, con ayuda de otros procedentes de Terque y Huécija, se desplazaron a Íllar para detener salvajemente al Siervo de Dios don Luis Almécija Lázaro. Don Luis, párroco de Huécija y encargado de Alicún, fue encarcelado en Alhama con gran severidad. Los milicianos exigieron 1.000 pesetas a sus familiares, pero una vez entregado el rescate lo encarcelaron en Huécija. La noche del 24 al 25 de agosto lo llevaron al Puente de los Calvos, de camino a Rágol. Don Luis tomó un crucifijo, le apremiaron a blasfemar y escupirlo. Él contestó besándolo sosegadamente y en ese mismo instante lo martirizaron. Tenía 53 años. Su muerte fue celebrada con un gran festín por sus asesinos. Está sepultado en el cementerio de su pueblo natal, Íllar, donde sus paisanos lo recuerdan como un santo sacerdote.
Siervo de Dios don Rafael Román Donaire (Alhama, 1891 - Almería, 1936)
El 10 de noviembre fue detenido en Almería el Siervo de Dios don Rafael Román Donaire, sacerdote nacido en Alhama en 1891. Apóstol de la infancia y de la juventud, era maestro de ceremonias de la S. y A. I. Catedral de la Encarnación de Almería, además de otros ministerios en la Curia y el Seminario de Almería. Habían intentado que abandonase la ciudad, pero siempre se negó. Conducido a la Prisión El Ingenio, sufrió trabajos forzados y tortura. La noche previa a la solemnidad de la Inmaculada los milicianos lo sacaron de su celda y se perdieron en la oscuridad de la noche. Nunca se aclararon las circunstancias de su muerte y jamás se logró identificar el cuerpo. Es el único alhameño camino de los altares.
El Obispo don Rosendo Álvarez Gastón inició el proceso de beatificación de los mártires de 1936
Los tres sacerdotes están dentro de la causa de beatificación de Almería, junto con otros 117 Siervos de Dios. Al iniciar el proceso, el entonces Obispo don Rosendo Álvarez Gastón dijo: «que el testimonio de estos sacerdotes que dieron su vida por ser sacerdotes lo hemos de recordar con fe, con humildad, con amor, sin abrir heridas, sin culpar a nadie. Ha de ser una llamada a una más pura conversión al sacerdocio de Cristo y a la vocación a la santidad.»