sábado, 30 de junio de 2012

Evangelio del Domingo XIII de T. O.


Marcos 5, 21 - 43


En aquel tiempo, Jesús pasó de nuevo en la barca a la otra orilla y se aglomeró junto a Él mucha gente; Él estaba a la orilla del mar. Llega uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verle, cae a sus pies, y le suplica con insistencia diciendo: «Mi hija está a punto de morir; ven, impón tus manos sobre ella, para que se salve y viva». Y se fue con él. Le seguía un gran gentío que le oprimía. Entonces, una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años, y que había sufrido mucho con muchos médicos y había gastado todos sus bienes sin provecho alguno, antes bien, yendo a peor, habiendo oído lo que se decía de Jesús, se acercó por detrás entre la gente y tocó su manto. Pues decía: «Si logro tocar aunque sólo sea sus vestidos, me salvaré». Inmediatamente se le secó la fuente de sangre y sintió en su cuerpo que quedaba sana del mal. Al instante, Jesús, dándose cuenta de la fuerza que había salido de Él, se volvió entre la gente y decía: «¿Quién me ha tocado los vestidos?». Sus discípulos le contestaron: «Estás viendo que la gente te oprime y preguntas: ‘¿Quién me ha tocado?’». Pero Él miraba a su alrededor para descubrir a la que lo había hecho. Entonces, la mujer, viendo lo que le había sucedido, se acercó atemorizada y temblorosa, se postró ante Él y le contó toda la verdad. Él le dijo: «Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz y queda curada de tu enfermedad».  Mientras estaba hablando llegan de la casa del jefe de la sinagoga unos diciendo: «Tu hija ha muerto; ¿a qué molestar ya al Maestro?». Jesús que oyó lo que habían dicho, dice al jefe de la sinagoga: «No temas; solamente ten fe». Y no permitió que nadie le acompañara, a no ser Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Llegan a la casa del jefe de la sinagoga y observa el alboroto, unos que lloraban y otros que daban grandes alaridos. Entra y les dice: «¿Por qué alborotáis y lloráis? La niña no ha muerto; está dormida». Y se burlaban de Él. Pero Él después de echar fuera a todos, toma consigo al padre de la niña, a la madre y a los suyos, y entra donde estaba la niña. Y tomando la mano de la niña, le dice: «Talitá kum», que quiere decir: «Muchacha, a ti te digo, levántate». La muchacha se levantó al instante y se puso a andar, pues tenía doce años. Quedaron fuera de sí, llenos de estupor. Y les insistió mucho en que nadie lo supiera; y les dijo que le dieran a ella de comer.


ORACIÓN
También nosotros debiéramos tener más fe, 
aquella fe que no duda ante las dificultades y pruebas de la vida, 
y que sabe madurar en el dolor a través de nuestra unión con Cristo, 
tal como nos sugiere el papa Benedicto XVI en su encíclica Spe Salvi : 
«Lo que cura al hombre no es esquivar el sufrimiento y huir ante el dolor, 
sino la capacidad de aceptar la tribulación, 
madurar en ella y encontrar en ella un sentido mediante la unión con Cristo, 
que ha sufrido con amor infinito».
Por Jesucristo, nuestro Señor.

jueves, 28 de junio de 2012

Oremos pro Pontifice nostro Benedicto


En la solemnidad de los Santos Apóstoles nuestra 
Hermandad Sacramental de Nuestra Señora
renueva al Sucesor de San Pedro su filial adhesión y fidelidad



Oremos pro Pontifice nostro Benedicto;
Dominus conservet eum, et vivificet eum,
et beatum faciat eum in terra,
et non tradat eum in animam inimicorum ejus.

Roma celebra a los Santos Apóstoles Pedro y Pablo


La Ciudad Eterna, que tiene el gozo de custodiar los sepulcros de los Santos Apóstoles, los festeja por todo lo alto. En la Basílica de San Pedro del Vaticano ya luce la nassa o red del pescador de hojas que se coloca en la puerta principal para recordar el anterior oficio de San Pedro. Es una tradición muy bonita y casi desconocida de la Basílica Vaticana. 


También, durante la solemne Santa Misa de mañana, el Santo Padre impone el palio a los nuevos arzobispos metropolitanos.


Aviso importante


La solemnidad de mañana, aunque es de precepto, no podrá ser celebrada en nuestra Parroquia. Debido a la celebración de un matrimonio queda suprimida la Santa Misa de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo. Los fieles que no estén dispuestos a vulnerar el precepto deberán trasladarse a otra iglesia fuera de Alhama.


Aprovechamos para dar la bienvenida a nuestro anterior párroco, don Rafael García Yebra, que dejará su Parroquia actual en Argentina para presidir el enlace. 




También a nuestro párroco actual, el P. Jesús Planillo, que regresa a su Parroquia tras tantos meses fuera de ella. Quien desee saludarlo deberá acudir a la boda, pues compromisos más urgentes en la provincia limitarán su presencia en Alhama a ese día. Más tarde volverá a su tierra natal, Navarra, donde se halla retenido por la rotura de un hueso.

Evangelio en la Solemnidad de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo

Mateo 16, 13 - 19


En aquel tiempo, llegado Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: «¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?». Ellos dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías, otros, que Jeremías o uno de los profetas». Díceles Él: «Y vosotros ¿quién decís que soy yo?». Simón Pedro contestó: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo». Replicando Jesús le dijo: «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos».


ORACIÓN
Señor, Dios nuestro, concédenos la poderosa ayuda 
de los santos apóstoles Pedro y Pablo, 
para que aquellos mismos que nos comunicaron 
las primeras enseñanzas de la fe 
nos obtengan ahora, con su intercesión, 
el auxilio necesario para llegar a la salvación eterna. 
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, 
que vive y reina contigo 
en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, 
por los siglos de los siglos. 
Amén.

San Ireneo de Lyón:«A causa de su amor infinito, Cristo se ha convertido en lo que nosotros somos, a fin de hacer plenamente de nosotros lo que él es»



Hoy celebramos la memoria de San Ireneo, que nos permite palpar el mundo de los primeros cristianos. Nació y creció en el siglo II, en la ciudad de Esmirna, en la costa occidental de la actual Turquía. Allí oyó predicar al viejo obispo Policarpo, discípulo del apóstol Juan. Ireneo llegará a ser más tarde el segundo obispo de Lyón.



Ireneo fue uno de los primeros pensadores cristianos que dio una forma sistemática a sus ideas. Los textos más importantes de él que han llegado hasta nosotros son los cinco libros Contra las herejías. Podemos sentir al leerlos, a pesar de su dificultad al abordarlos, hasta qué punto subraya ideas que todavía hoy son importantes para nosotros. En el centro de su fe descansa su convicción de que el Dios invisible, desconocido, creador de todo, amó tanto a la humanidad que se volvió un ser humano como nosotros. Encarnándose en Jesús, Dios ha querido compartir su propia vida eterna con cada persona humana, y ello sin que nuestra naturaleza frágil y contradictoria sea sumergida o aniquilada, sino al contrario, realizada. Todo lo que somos ha sido prometido desde siempre a una plenitud, en y a través de la comunión en Dios.




Ireneo es el autor de esta impresionante frase, tan a menudo citada: «La vida en el hombre es la gloria de Dios, la vida del hombre es la visión de Dios.» que podría traducirse de esta manera: «La gloria de Dios es el hombre vivo; la vida del hombre es contemplar a Dios.» (C. H., libro 4,20:7) Lo que hace particularmente atrayente el pensamiento de Ireneo es esa noción de «vida». Cada ser humano tiene el deseo de una vida plena y verdadera. Si hablamos tan a menudo hoy en día de «alienación» o de «absurdo» es precisamente debido a esa toma de conciencia de que algo importante le falta a nuestra vida, algo que buscar más allá o en vez de satisfacciones instantáneas de las sociedades de consumo. Estamos invitados a entrar en una vida que es simplemente el amor que Dios desea compartir con nosotros; el hermano Roger lo decía frecuentemente: «Dios no puede sino darnos su amor.»




Para Dios, como para nosotros, el amor es un don en sí mismo. A partir de ahí, para Ireneo, Navidad no es sólo la bella historia del nacimiento de un niño, sino sobre todo la llave que abre el sentido de la vida: «Por esta razón el Verbo se hizo hombre y el Hijo de Dios, Hijo del hombre: para que el hombre, mezclándose con el Verbo y recibiendo así la filiación adoptiva, llegara a ser hijo de Dios.» (C. H. libro 3,19,1). Esto parece imposible. Toda definición de la palabra «Dios» subrayará el hecho de que Dios es completamente diferente a todo lo que podemos imaginar. De la misma manera, toda definición del ser humano tiene muchas probabilidades de acentuar nuestros límites, nuestra fragilidad y nuestra mortalidad que obstaculiza toda tentativa de encontrar un sentido a la vida.



En el pensamiento de Ireneo subyace esta conmovedora afirmación que procede de san Juan: «El Verbo se hizo carne». Expresado en los mismos términos de Ireneo: «El Verbo de Dios, Jesucristo, nuestro Señor, (…) por causa de su sobreabundante amor, se hizo semejante a nosotros para hacernos semejantes a él.» (C. H., prefacio del libro 5). Los primeros cristianos comprendían instintivamente la unidad de todas las cosas. Como seres humanos pertenecemos plenamente al mundo material. Todo lo que existe ha sido creado y mantenido vivo por el amor de Dios, creador de todo.



El acto de atravesar el inmenso abismo que le separaba del cosmos físico, invitando al ser humano a una vida como la suya, Dios no lo pensó más tarde: estuvo desde el origen en el proyecto del amor divino. Somos amados tal y como somos y por lo que podemos llegar a ser en la comunión que Dios nos ofrece. Compartiendo la luz del amor eterno de Dios descubrimos que estamos hechos verdaderamente para una vida inesperada.


Cultos de Hermandad: Madre de Dios del Perpetuo Socorro




Hoy se conmemora a Nuestra Señora bajo la advocación del Perpetuo Socorro. Su imagen, presente en nuestra Iglesia Parroquial desde 1945, es colocada por tanto en un altar para que los fieles puedan venerarla dignamente. Esta tradición se remonta a 2006, cuando Dña. Rosa Martínez Artés fue nombrada Camarera del Perpetuo Socorro. 


Desde hace algunos años la imagen ha pasado a ser custodiada por la Hermandad, quien ahora lleva a cabo sus cultos. Este año, debido a la triste situación de nuestra Parroquia, la Santa Misa de la fiesta ha sido suspendida. Se ruega a todos los fieles que acudan a la iglesia para venerar el sagrado icono de nuestra Madre.


martes, 26 de junio de 2012

Historia y significado del sagrado icono de la Madre de Dios del Perpetuo Socorro



El icono de la Virgen, pintado sobre madera, de 21 por 17 pulgadas, muestra a la Madre con el Niño Jesús. El Niño observa a dos ángeles que le muestran los instrumentos de su futura pasión. Se agarra fuerte con las dos manos de su Madre Santísima quien lo sostiene en sus brazos. El cuadro nos recuerda la maternidad divina de la Virgen y su cuidado por Jesús desde su concepción hasta su muerte. Hoy la Virgen cuida de todos sus hijos que a ella acuden con plena confianza.

Historia


En el siglo XV un comerciante acaudalado de la isla de Creta (en el Mar Mediterráneo) tenía la bella pintura de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. Era un hombre muy piadoso y devoto de la Virgen María. Cómo habrá llegado a sus manos dicha pintura, no se sabe. ¿Se le habría confiado por razones de seguridad, para protegerla de los sarracenos? Lo cierto es que el mercader estaba resuelto a impedir que el cuadro de la Virgen se destruyera como tantos otros que ya habían corrido con esa suerte.


Por protección, el mercader decidió llevar la pintura a Italia. Empacó sus pertenencias, arregló su negocio y abordóun navío dirigiéndose a Roma. En ruta se desató una violenta tormenta y todos a bordo esperaban lo peor. El comerciante  tomó el cuadro de Nuestra Señora, lo sostuvo en lo alto, y pidió socorro. La Santísima Virgen respondió a su oración con un milagro. El mar se calmó y la embarcación llegó a salvo al puerto de Roma.


Cae la pintura en manos de una familia
Tenía el mercader un amigo muy querido en la ciudad de Roma así que decidió pasar un rato con él antes de seguir adelante. Con gran alegría le mostró el cuadro y le dijo que algún día el mundo entero le rendiría homenaje a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro.


Pasado un tiempo, el mercader se enfermó de gravedad. Al sentir que sus días estaban contados, llamó a su amigo a su lecho y le rogó que le prometiera que, después de su muerte, colocaría la pintura de la Virgen en una iglesia digna o ilustre para que fuera venerada públicamente. El amigo accedió a la promesa pero no la llegó a cumplir por complacer a su esposa que se había encariñado con la imagen. 


Pero la Divina Providencia no había llevado la pintura a Roma para que fuese propiedad de una familia sino para que fuera venerada por todo el mundo, tal y como había profetizado el mercader. Nuestra Señora se le apareció al hombre en tres ocasiones, diciéndole que debía poner la pintura en una iglesia, de lo contrario, algo terrible sucedería. El hombre discutió con su esposa para cumplir con la Virgen, pero ella se le burló, diciéndole que era un visionario. El hombre temió disgustar a su esposa, por lo que las cosas quedaron igual. Nuestra Señora, por fin, se le volvió a aparecer y le dijo que, para que su pintura saliera de esa casa, él tendría que irse primero. De repente el hombre se puso gravemente enfermo y en pocos días murió. La esposa estaba muy apegada a la pintura y trató de convencerse a sí misma de que estaría más protegida en su propia casa. Así, día a día, fue aplazando el deshacerse  de la imagen. Un día, su hijita de seis años vino hacia ella apresurada con la noticia de que una hermosa y resplandeciente Señora se le había aparecido mientras estaba mirando la pintura. La Señora le había dicho que le dijera a su madre y a su abuelo que Nuestra Señora del Perpetuo Socorro deseaba ser puesta en una iglesia; y, que si no, todos los de la casa morirían.


La mamá de la niñita estaba espantada y prometió obedecer a la Señora. Una amiga, que vivía cerca, oyó lo de la aparición. Fue entonces a ver a la señora y ridiculizó todo lo ocurrido. Trató de persuadir a su amiga de que se quedara con el cuadro, diciéndole que si fuera ella, no haría caso de sueños y visiones. Apenas había terminado de hablar, cuando comenzó a sentir unos dolores tan terribles, que creyó que se iba a morir. Llena de dolor, comenzó a invocar a Nuestra Señora para que la perdonara y la ayudara. La Virgen escuchó su oración. La vecina tocó la pintura, con corazón contrito, y fue sanada instantáneamente. Entonces procedió a suplicarle a la viuda para que obedeciera a Nuestra Señora de una vez por todas.


Accede la viuda a entregar la pintura
Se encontraba la viuda preguntándose en qué iglesia debería poner la pintura, cuando el cielo mismo le respondió. Volvió a aparecérsele la Virgen a la niña y le dijo que le dijera a su madre que quería que la pintura fuera colocada en la iglesia que queda entre la basílica de Sta. María la Mayor y la de S. Juan de Letrán. Esa iglesia era la de S. Mateo, el Apóstol.


La señora se apresuró a entrevistarse con el superior de los Agustinos quienes eran los encargados de la iglesia. Ella le informó acerca de todas las circunstancias relacionadas con el cuadro. La pintura fue llevada a la iglesia en procesión solemne el 27 de marzo de 1499. En el camino de la residencia de la viuda hacia la iglesia, un hombre tocó la pintura y le fue devuelto el uso de un brazo que tenía paralizado. Colgaron la pintura sobre el altar mayor de la iglesia, en donde permaneció casi trescientos años. Amado y venerado por todos los de Roma como una pintura verdaderamente milagrosa, sirvió como medio de incontables milagros, curaciones y gracias.


En 1798, Napoleón y su ejército francés tomaron la ciudad de Roma. Sus atropellos fueron incontables y su soberbia, satánica. Exilió al Papa Pío VII y, con el pretexto de fortalecer las defensas de Roma, destruyó treinta iglesias, entre ellas la de San Mateo, la cual quedó completamente arrasada. Junto con la iglesia, se perdieron muchas reliquias y estatuas venerables. Uno de los Padres Agustinos, justo a tiempo, había logrado llevarse secretamente el cuadro. 


Cuando el Papa, que había sido prisionero de Napoleón, regresó a Roma, le dio a los agustinos el monasterio de S. Eusebio y después la casa y la iglesia de Sta. María en Posterula. Una pintura famosa de Nuestra Señora de la Gracia estaba ya colocada en dicha iglesia por lo que la pintura milagrosa de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro fue puesta en la capilla privada de los Padres Agustinos, en Posterula. Allí permaneció sesenta y cuatro años, casi olvidada.

Hallazgo de un sacerdote Redentorista


Mientras tanto, a instancias del Papa, el Superior General de los Redentoristas, estableció su cede principal en Roma donde construyeron un monasterio y la iglesia de San Alfonso. Uno de los Padres, el historiador de la casa, realizó un estudio acerca del sector de Roma en que vivían. En sus investigaciones, se encontró con múltiples referencias a la vieja Iglesia de San Mateo y a la pintura milagrosa de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro.


Un día decidió contarle a sus hermanos sacerdotes sobre sus investigaciones: La iglesia actual de  San Alfonso estaba construida sobre las ruinas de la de San Mateo en la que, durante siglos, había sido venerada, públicamente, una pintura milagrosa de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. Entre los que escuchaban, se encontraba el Padre Michael Marchi, el cual se acordaba de haber servido muchas veces en la Misa de la capilla de los Agustinos de Posterula cuando era niño. Ahí en la capilla, había visto la pintura milagrosa. Un viejo hermano lego que había vivido en San Mateo, y a quien había visitado a menudo, le había contado muchas veces relatos acerca de los milagros de Nuestra Señora y solía añadir: "Ten presente, Michael, que Nuestra Señora de San Mateo es la de la capilla privada. No lo olvides". El Padre Michael les relató todo lo que había oído de aquel hermano lego. 


Por medio de este incidente los Redentoristas supieron de la existencia de la pintura, no obstante, ignoraban su historia y el deseo expreso de la Virgen de ser honrada públicamente en la iglesia.


Ese mismo año, a través del sermón inspirado de un jesuita acerca de la antigua pintura de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, conocieron los Redentoristas la historia de la pintura y del deseo de la Virgen de que esta imagen suya fuera venerada entre la Iglesia de Sta. María la Mayor y la de S. Juan de Letrán. El santo Jesuita había lamentado el hecho de que el cuadro, que había sido tan famoso por milagros y curaciones, hubiera desaparecido sin revelar ninguna señal sobrenatural durante los últimos sesenta años. A él le pareció que se debía a que ya no estaba expuesto públicamente para ser venerado por los fieles. Les imploró a sus oyentes que, si alguno sabía dónde se hallaba la pintura, le informaran dueño lo que deseaba la Virgen.


Los Padres Redentoristas soñaban con ver que el milagroso cuadro fuera nuevamente expuesto a la veneración pública y que, de ser posible, sucediera en su propia Iglesia de San Alfonso. Así que instaron a su Superior General para que tratara de conseguir el famoso cuadro para su Iglesia. Después de un tiempo de reflexión, decidió solicitarle la pintura al Santo Padre, el Papa Beato Pío IX. Le narró la historia de la milagrosa imagen y sometió su petición.


El Santo Padre escuchó con atención. Él amaba dulcemente a la Santísima Virgen y le alegraba que fuera honrada. Sacó su pluma y escribió su deseo de que el cuadro milagroso de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro fuera devuelto a la Iglesia entre Sta. María la Mayor y S. Juan de Letrán. También encargó a los Redentoristas de que hicieran que Nuestra Señora del Perpetuo Socorro fuera conocida en todas partes.


Aparece y se venera, por fin, el cuadro de Nuestra Señora

Ninguno de los Agustinos de ese tiempo había conocido la Iglesia de San Mateo. Una vez que supieron la historia y el deseo del Santo Padre, gustosos complacieron a Nuestra Señora. Habían sido sus custodios y ahora se la devolverían al mundo bajo la tutela de otros custodios. Todo había sido planeado por la Divina Providencia en una forma verdaderamente extraordinaria.


A petición del Santo Padre, los Redentoristas obsequiaron a los Agustinos una linda pintura que serviría para reemplazar a la milagrosa.


La imagen de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro fue llevado en procesión solemne a lo largo de las vistosas y alegres calles de Roma antes de ser colocado sobre el altar, construido especialmente para su veneración en la Iglesia de San Alfonso. La dicha del pueblo romano era evidente. El entusiasmo de las veinte mil personas que se agolparon en las calles llenas de flores para la procesión dio testimonio de la profunda devoción hacia la Madre de Dios.


A toda hora del día, se podía ver un número de personas de toda clase delante de la pintura, implorándole a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro que escuchara sus oraciones y que les alcanzara misericordia. Se reportaron diariamente muchos milagros y gracias.


Hoy en día, la devoción a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro se ha difundido por todo el mundo. Se han construido iglesias y santuarios en su honor, y se han establecido archicofradías. Su retrato es conocido y amado en todas partes. El Beato Juan Pablo II era un gran devoto del Perpetuo Socorro, pues su ciudad natal Wadowice tenía por Patrona esta advocación marial. 


Signos de la imagen de Nuestra Madre del Perpetuo Socorro



1. Iniciales en griego para "Madre de Dios"
2. Corona. Fue añadida al cuadro original por orden de la Santa Sede en 1867. Es un tributo a los muchos milagros obrados por Nuestra Señora bajo la advocación del "Perpetuo Socorro".
3. Estrella en el velo de la Virgen. Ella es la Estrella del Mar… que trajo la luz de la luz al mundo en tinieblas… la estrella que nos conduce al puerto seguro del Cielo.
4. Inicial griega para "San Miguel, el arcángel". Sostiene la lanza y la esponja de la Pasión de Cristo.
5. Inicial griega para "San Gabriel, el arcángel". Sostiene la cruz y los clavos.
6. La boca de María. Es pequeña para significar un recogimiento silencioso. Ella habla poco.
7. Los ojos de María. Son grandes para todos nuestros problemas. Están vueltos siempre hacia nosotros.
8. Túnica roja. Los colores que llevaban la vírgenes en los tiempos de Cristo.
9. Iniciales griegas para "Jesucristo".
10. Las manos de Cristo. Con las palmas boca abajo y dentro de las de su madre, indican que las gracias de la redención están bajo su custodia.
11. Fondo amarillo. Es el símbolo del cielo, donde Jesús y María están ahora entronizados. El amarillo también brilla a través de sus ropas, mostrando así la felicidad celestial que puede traer a los cansados corazones humanos.
12. Manto azul oscuro. Es el color que usaban la madres en Palestina. María es las dos cosas a la vez: virgen y Madre.
13. Mano izquierda de María. Sostiene de manera posesiva a Cristo. Ella es su madre. Es una mano consoladora para todo el que acuda a ella.
14. Sandalia caída. ¿Ha casi perdido Jesús su sandalia corriendo hacia María en busca de consuelo ante el pensamiento de su Pasión?



Aunque su origen es incierto, se estima que el retrato fue pintado durante el decimotercero o decimocuarto siglo. El icono parece ser copia de una famosa pintura de Nuestra Señora que fuera, según la tradición, pintada por el mismo San Lucas. La original se veneraba en Constantinopla por siglos como una pintura milagrosa pero fue destruida en 1453 por los Turcos cuando capturaron la ciudad.


Fue pintado en un estilo plano característico de iconos y tiene una calidad primitiva. Todas las letras son griegas. Las iniciales al lado de la corona de la Madre la identifican como la “Madre de Dios”. Las iniciales al lado del Niño “ICXC” significan “Jesucristo”. Las letras griegas en la aureola del Niño: owu significan “El que es”, mientras las tres estrellas sobre la cabeza y los hombros de María santísima indican su virginidad antes del parto, en el parto y después del parto.


Las letras más pequeñas identifican al ángel a la izquierda como “San Miguel Arcángel”; el arcángel sostiene la lanza y la caña con la esponja empapada de vinagre, instrumentos de la pasión de Cristo. El ángel a la derecha es identificado como “San Gabriel Arcángel”, sostiene la cruz y los clavos. Nótese que los ángeles no tocan los instrumentos de la pasión con las manos, sino con el paño que los cubre.


Cuando este retrato fue pintado, no era común pintar aureolas. Por esta razón el artista redondeó la cabeza y el velo de la Madre para indicar su santidad. Las halos y coronas doradas fueron añadidas mucho después. El fondo dorado, símbolo de la luz eterna da realce a los colores más bien vivos de las vestiduras. Para la Virgen el maforion(velo-manto) es de color púrpura, signo de la divinidad a la que ella se ha unido excepcionalmente, mientras que el traje es azul, indicación de su humanidad. En este retrato la Madona está fuera de proporción con el tamaño de su Hijo porque es -María- a quien el artista quiso enfatizar.


Los encantos del retrato son muchos, desde la ingenuidad del artista, quien quiso asegurarse que la identidad de cada uno de los sujetos se conociera, hasta la sandalia que cuelga del pie del Niño. El Niño divino, siempre con esa expresión de madurez que conviene a un Dios eterno en su pequeño rostro, está vestido como solían hacerlo en la antigüedad los nobles y filósofos: túnica ceñida por un cinturón y manto echado al hombro. El pequeño Jesús tiene en el rostro una expresión de temor y con las dos manitas aprieta la derecha de su Madre, que mira ante sí con actitud recogida y pensativa, como si estuviera recordando en su corazón la dolorosa profecía que le hiciera Simeón, el misterioso plan de la redención, cuyo siervo sufriente ya había presentado Isaías.


En su doble denominación, esta bella imagen de la Virgen nos recuerda el centralismo salvífico de la pasión de Cristo y de María y al mismo tiempo la socorredora bondad de la Madre de Dios y nuestra.